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sábado, 31 de diciembre de 2011

Capítulo 10


Al llegar a casa voy hacia mi padre corriendo abalanzándome encima de el, con capa y todo.
-          No estás muerta. – Bromea mi padre. – Ni herida, eres mejor de lo que pensaba.
Me besa en la mejilla y me siento en el sofá donde hasta ese momento mi padre estaba tumbado. Me quito la maldita capa y me suelto el moño dejando mi pelo caer por los hombros. No puedo soportar más sentirme aquella chica que ha quemado a un desconocido, necesito sentirme normal aunque sea solo por unos minutos.
-          ¿Qué tal? – Me pregunta mi padre.
-          Al principio muy asustada, pero luego al empezar a echar sofás y llamas a los otros me he sentido bastante mejor.  – Le sonrío.
-          Ha quemado al chico que le estaba cerrando el paso para ir a ver a los heridos. – Le informa la bocazas de mi madre desde la cocina.
Mi padre me mira con esa mirada perpleja y asombrada que tantas veces me pone. Yo asiento cabizbaja, no soporta la violencia.
-          Era el único modo de que me dejara en paz – Me justifico. – Me había echado un rayo de esos.
-          ¿Pero lo has matado?
-          ¡Por Dios no! Solo le he quemado un poco.
Me sonríe y me besa en la frente.
-          ¿Kate, vas a cenar? – Me pregunta mi madre.
-          No, estoy agotada, iré a mi cuarto.
-          De acuerdo,  mañana no vas a tener ningún asunto de hechicería ni nada, te lo has ganado. – Me dice mi madre.
-          ¿Y mañana podré quedar? –Pregunto exageradamente feliz, que es tal como me siento.
-          Claro que sí
Me despido de mis padres y entro en mi cuarto de paredes blancas y cojo mi móvil.  Son las nueve y media de la noche y tengo cinco llamadas perdidas de Beth. Cojo el teléfono fijo que hay en el pasillo y llamo a su móvil, ahora estará en Francia.
-          ¿Kate?
-          Hola, Beth.
-          ¿Por qué no me has cogido? – Me pregunta histérica.
-          Lo siento, tenía el móvil en silencio y no lo había notado.
-          Si, si.
-          ¿Qué pasa?
-          Nada, ¿Qué va a pasar? Solo quería hablar contigo.
-          Cinco llamadas perdidas…. – Le advierto.
-          Bueno, vale, me has pillado. Esque… ¡No te lo vas a creer!
-          ¿El qué? – Le pregunto con verdadera curiosidad.
-          Bueno, sabes que iba a estar una semana en Disenyland…
-          Si.
-          Pues no. Mi padre me ha dicho que vamos a estar tres días aquí y otros tres en… ¡Paris!
-          ¡¿Qué?! ¡Siempre ha sido tu sueño ir a Paris!
-          Y lo mejor es que ha invitado a un amigo suyo que tiene un hijo de nuestra edad. ¡Está buenísimo!
-          ¿Vas a estar toda la semana con él?
-          ¡Sí!
-          Me imagino que ahora mismo estarás encantada con tu padre.
-          Pues si… ¿Y te acuerdas que te enseñé los hoteles que estaban dentro del parque?- Como no, me tuvo secuestrada tres horas viéndolos.
-          ¡Pues me ha traído al de princesas!
-          ¡¿Qué?!
-          Lo que oyes. – Suena muy entusiasmada. –Es todo tan perfecto… La paredes rosas, la entrada como si fuera un castillo de princesas, jardín… Me encanta, no me esperaba esto Kate, es lo más bonito que ha hecho mi padre por mí.
-          ¿Y el chico está en ese hotel? – Le pregunto.
-          No, están en el hotel de los vaqueros que te dije, lo odia.
Me río.
-          ¿Ya os habéis hecho amigos?
-          Si, mañana vamos a ir al parque solos, porque nuestros padres quieren ir a no sé donde a jugar al golf.
-          Que romántico… Los dos en el parque, solos…
-          Lo sé, ¡Me encanta!
-          ¿Y su nombre?
-          Javier, pero me ha pedido que le llame Javi, ¡Nació en España!
-          ¿Y sabe hablar inglés?
-          Si, se vino a vivir a Inglaterra a los dos años. – Escucho su risa tonta. – Pero es que es tan…
Después de media hora hablando colgamos, mis padres me matarán al ver la factura del teléfono.
Ahora sí que estoy agotada, decido despojarme de mi ropa y ponerme una camiseta ancha que me tapa los muslos, estoy demasiado cansada para ponerme un pijama.

Me sumerjo en la cama, me tapo con la sabana y pienso en Jack, en cómo será lo de mañana, y lo más importante de todo, en si nos besaremos o no. Por una parte lo deseo con todas mis fuerzas pero por otra parte no lo quiero admitir. Hay muchas probabilidades de que no funcione y dejemos de ser amigos. Y eso es lo último que quiero que pase.

En un momento dado, siento como mi pulso comienza acelerarse y oigo las palpitaciones de mi corazón a cien por hora, miro a mi alrededor de mí para asegurarme que todo va bien, pero lo veo todo de un mismo color. Negro. El pánico se apodera de mí y comienzo a gritar.

Parece que el mundo ha desaparecido y se ha sumido en un silencio sepulcral. Solo oigo mi respiración. Aparezco en un lugar que me resulta familiar y extraño a la vez. Es una sala de paredes, techo y suelo de metal gris. Y reconozco el lugar, es un campo de batalla, donde se celebran las batallas de la luz. Entonces una puerta se abre y una joven sale tropezando de ella y cayendo de rodillas al suelo. No puedo ver su rostro, pero tiene el pelo ondulado. Parece abatida.
Entonces la chica levanta la cabeza y logro ver sus ojos verdes, hinchados y rojizos de tanto llorar. Siento un escalofrío. Soy yo. Creo que estoy teniendo una visión.
La yo de la visión está mirando hacia delante a algo o a alguien que no logro ver. Y entonces abre la boca sollozando:
-          ¿Por qué nos pasa esto?
Escuchando estas palabras me vuelvo a consumir en el negro agonizante de antes.
Abro los ojos,  me encuentro tirada en mi habitación con mis padres a un lado.
-          ¿Qué ha pasado?  - Pregunta mi padre.
-          Creo que he tenido una visión.