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viernes, 26 de agosto de 2011

Capítulo 6


Vuelvo a marcar el número de teléfono de Jack.
- ¿Sí?
- ¿Jack?
- Kate, ¿Qué pasa? ¿No puedes quedar? – Me pregunta.
- No. ¿Cómo lo sabías?
- No lo sabía, pero si no, ¿por qué me habrías llamado diez minutos después de colgar?
- Ya… Tienes razón–.Me rio.-Pero tenía muchas ganas de que quedásemos.
- Yo también, encima que había cogido el valor de preguntártelo…
Esta vez, los dos nos reímos.
- ¿Mañana quedaremos, no? Es que viene mi abuela y me tengo que quedar en casa…
- Quiero tener esa cita contigo–.Me confiesa.- Y no te preocupes por lo de tus padres a mí también me hacen esas cosas
“Cita”, no lo había visto así, era algo así como salir con Jack, pero no tener una cita. Cita, cita, cita… Qué bien suena eso, sonrío para mis adentros.
- ¿Te llamo mañana?–Me pregunta.– Ya sabes, por si todavía no te has vuelto atrás.
Me río.
- Tranquilo, que no lo haré.
- Eso espero. Adiós.
- Adiós. Un beso.
Al colgar me doy cuenta que la conversación con Jack me ha sacado una sonrisa de oreja a oreja. Al verme reflejada en el espejo también noto que mis mejillas han subido del tono color carne a un tono rojo ruborizado. No entiendo por qué, Jack siempre ha sido un amigo, bueno siempre tampoco, empezamos a ser amigos de verdad hace un año, ya que se fue del colegio y luego volvió a entrar, entonces fue cuando las chicas decidieron ir tras el ya que era el chico más guapo de todo el insti. Pero él desde el primer día estuvo con nosotras y con Erik. Hoy en día sigue teniendo a muchas chicas detrás, pero ya no tanto.
- ¡Kate, a comer! – Me grita mi madre desde abajo.
- ¡Voy!
Me quito el vestido, el moño y la pulsera y los reemplazo por una camiseta larga y unas mallas. Bajo las escaleras y dejo el teléfono en su sitio cuando captó el olor de la comida, huele a…
- ¡Lasaña!– Grito
- ¡Si, y ven antes de que tu padre se lo coma todo!
Voy hacia la derecha y me siento en mi silla.
- ¿Ya has llamado a tu chico?–.Me pregunta papá maliciosamente y sonríe al ver que lo hago yo–.Me parece que sí
- Sí, pero no hay problemas, mañana quedaremos.
- ¿Y qué excusa le has puesto? – Me pregunta mi madre sin haber probado un bocado-.¿Tenías que estudiar? ¿Tu hermano venía de visita.
- No. Mi abuela viene a casa y mis padres me obligan a quedarme en casa.
- Que malos somos tus padres ¿Eh? – Mi padre se está tronchando de risa - ¿Es que no se te ha ocurrido nada mejor?
- ¡Papa! ¡No me funcionaba el seso en esos momentos! ¿Sabes?
- Cariño, déjalo – Le reprocha su mujer – Está claro que no tiene tu espíritu imaginativo.
- ¡No os burléis de mí!
Los dos ponen cara de no saber de qué hablo.
- ¿De qué hablas? ¿Nosotros, burlarnos de ti? ¿De nuestra hija maravillosa, perfecta, e inteligente? ¡Imposible!
- John, te falta una cosa.
- ¿El qué, María?
- Que nuestra hija es una excelente hechicera.
- Mm… - Mi padre se queda pensativo. – En eso no creo que sea tan perfecta….

domingo, 14 de agosto de 2011

Capítulo Cinco

Después de unos minutos de discusión sobre los cambios que hay que hacer, que lo admito, sin ninguna novedad, nos vamos a casa. Al llegar, vemos a mi padre tirado en el sofá.
– Hola papá–. Voy a darle un beso en la mejilla–. ¿Me ha llamado alguien?
– Si, te ha llamado un tal Jack.
¿Jack? ¿Qué querrá? Son la una del mediodía. Sonrío.
– A qué hora a llamado?
– Hace no mucho.
– Vale.
Cojo el teléfono que está al lado de mi padre y subo a mi cuarto mientras tecleo su número, me lo sé de memoria. Ya ha empezado a sonar y me tumbo en la cama. Coge alguien.
–¿Diga?
–¿Jack?
–¿Sí?
– Soy Kate.
– Ah, hola.
No sé por qué, pero mi corazón ha empezado a palpitar a cien por hora.
–¿Me…. Has llamado?–. Le pregunto.
– Si.
–¿Para qué?
– Bah, ya da igual, era para preguntarte una cosa de Mates.
– Ah- Eso me ha decepcionado un poco, creo me había ilusionado demasiado-. ¿Entonces no te hago falta?
Oigo como se ríe por el otro lado.
– Por ahora no, pero ¿Dónde estabas?
– He estado con la familia, ya sabes, que luego te reprochan que no vas a visitarles y…
–Si, a mí también me suelen pasar esas cosas.
Me río lo bastante fuerte para que lo oiga, aunque detesto mentirle por mucho que sea por el bien de la humanidad
–Kate… ¿Puedo confesarte algo?
–Claro.
Mi corazón comienza a latir como una montaña rusa otra vez
–En realidad no te he llamado para preguntarte algo de clase. ¡Pero si es sábado! Lo que quería era preguntarte si querías venir al cine o algo así.
–Mm… ¿Con quién?
–Conmigo. Pero como sabía que ibas a decir que no, me he echado para atrás.
–¡No! Digo… que si quiero ir contigo.
–¿De verdad?
–Sí.
–Pues… Voy a buscarte para las siete para ir al cine y después de la peli ¿Cenamos algo?
–Vale –, Ahora mismo tengo una sonrisa de oreja a oreja. –. La película la eliges tú.
–No, por favor ¿Y ahora como voy a saber lo que te gusta?
Los dos nos echamos a reír, sabemos que soy una “cursie” del romanticismo.
–¿A las siete entonces? – Me pregunta.
– A las siete.
– Vale.
– Bueno, te tengo que dejar.–. Le digo. – Hasta las siete.
– Si, hasta las siete. Adiós.
Cuelgo, me he dado cuenta de que mientras estaba hablando con Jack se me han sonrojado las mejillas. Demasiado. Después de unos segundos decido ir abajo a dejar el teléfono.Pero al bajar veo que mis padres están sentados en el sofá, y me miran sonrientes, bueno, solo mi madre. Mal asunto.
–¿Qué pasa? – Pregunto.
– Hoy vas a ir a tu primera vigilancia. – Me responde mi madre.
¿Qué? Esto no puede ser. ¿Tan gafe soy?
–¿Hoy? – Respondo mientras se me cae el alma a los pies. ¿Y Jack? - Espero que tengamos que ir ahora.
Mi madre se echa a reír. Y mira a su marido.
– Ves, cariño. ¿Cómo te he dicho que tendría muchas ganas de ir? – Le reprocha mi madre a mi padre.
– María, lo que pasa es que el chico misterioso le ha pedido salir, y creo que iban a salir hoy a la tarde.
Trago saliva. A veces dudo de si de verdad bloqueo mi mente.
– Pues si has hecho algún plan tendrás que cancelarlo.
–¿Por qué? – Se que no puedo buscar una salida de esta situación, para mi madre lo primero es la “familia” antes que la diversión.
– Pues porque el otro clan ha decidido ir a buscar a más gente para tenerlos dentro de su clan y van a cogerlos prestados a una casa.
–¿Y por qué tengo que ir yo?
– Porque soy tu madre y lo digo yo.
–¿A qué hora?
– Kate. No sabemos cuándo vendrán pero para las seis ya tendremos que estar ahí. Irán al final de la noche cuando ya esté oscureciendo.
Vuelvo a coger el teléfono y subo arriba a mi cuarto.
–¿Adónde vas?
–¿Tú qué crees? Mi madre dice que no puedo quedar con Jack. Y yo obedezco a mi madre – Espero que haya captado que era una ironía con bastante rabia.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Capítulo Cuatro

Y con estas palabras, se va a su mesa.
Yo no sabía que Cassandra fuera tan… idealista. Miro alrededor y veo la mesa de Erik y su madre a unos pasos de mí. Por desgracia, Erik me ha visto, me saluda con la mano y me sonríe. Suspiro con fuerza y voy con pasos decididos a su mesa mientras fuerzo una sonrisa y me siento. Las mesas tienen un mantel blanco y una vela en cada una de ellas, cosa que no entiendo, ya que parece un restaurante, sin comida. Pero habrá que dejarlo pasar.
–Hola, Kate –me saluda Erik–. Cuánto tiempo... ¿Qué tal estás?
Abro la boca para  responder, pero antes se oye una voz por los altavoces:
–Buenos días a todos.
Ni la mitad de las personas se han callado.
–Escuchad, por favor.
Creo que es la voz de Anna, la quinta.
Siguen hablando, Anna hace otro intento de que la escuchen, pero en vano.
–¡Hey!
Esa ha sido Annie, que se ha levantado de su mesa, donde yo debería estar.
–¿Es que estamos en la escuela? ¿En serio?
Annie tiene unos años más que yo, es muy madura y muy impulsiva, como se ha visto.
–Gracias Annie –dice el altavoz.
Annie sonríe y se vuelve a sentar.
–Bueno, como antes os he dicho, escuchad atentamente. Hoy va a hablar María, ya que la señora Mc Arthur no ha podido venir.
María. Esa es mi madre. Y la señora McArthur es la primera hechicera de toda la historia. Habrá ido a otra reunión en Francia o América.
–Nos han informado de que se ha quebrado nuestra seguridad –esa es mi madre, directa al grano, sin saludar–. Al parecer han metido espías del otro clan en el nuestro y han informado de cómo encontrarnos. Por lo tanto, a partir de ahora nada de vestidos negros ni camisas azules.
Eso hace que surjan unos murmullos, y noto el peso de la mirada de Erik en mi en todo momento.
–Ya sé que es muy…  grande lo que se pide, pero no sabemos lo que están tramando y no nos vamos a arriesgar. Vamos a cambiar los lugares de reunión. Ahora mismo la número Uno y el número Tres están al otro lado del mundo diciendo lo mismo que yo en otras dos reuniones.
Un silencio DEMASIADO PROLONGADO. Alguien se levanta, un hombre, no lo conozco.
–¿A quién se le ocurrió decir que nos teníamos que vestir igual?
Murmullos de aceptación, a mí también me pareció una chorrada en su momento.
–Señor –le contesta mi madre–, era la única manera que teníamos de reconocernos cincuenta personas… ¿Acaso usted se acordaría de todas las caras de las personas que estamos aquí y las reconocería?
Otra mujer se levanta, creo que es la madre de Annie.
–¿Se sabe quiénes son los infiltrados?
–Cuando lo sepamos os informaremos, no os preocupéis–. Mi madre sigue tranquila.
Un joven de unos veinte años se levanta y habla:
–¿No tenemos a dos exiliados aquí?
Todas las miradas se desvían hacia nuestra mesa. La rabia me empieza a corroer ¿Y qué si son exiliados? No es su culpa.
–Sí, son exiliados, y antes eran tres... así que no creo que ganen nada vendiéndonos.
Entonces decido entrar en acción.
–Esto, por mucho que lo sienta, no tiene ningún sentido. Porque si en las últimas reuniones había infiltrados, ¿cómo sabemos que hoy no los hay? ¿Y si siguen aquí para informarse sobre las siguientes reuniones? Aparte de librarnos de vestir uniformados no ganamos nada. Y a ti – señalo al joven -, ¿te conozco? Igual eres tú el infiltrado. Propongo que cuando estemos en casa, hagamos una cadena: informaremos a los conocidos de cómo nos distinguiremos y a dónde iremos. Porque lo único que hacemos ahora mismo es sospechar. Y eso es lo que quieren los del otro clan.
Espero unos segundos de total silencio y me siento. Erik y su madre se levantan y empiezan a aplaudir. Y después les siguen todos los demás.