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viernes, 25 de noviembre de 2011

Capítulo 9



Al llegar arriba nos encontramos con dos puertas diferentes a sí que,  Mike y su padre se van hacia la derecha y mi madre y yo abrimos la puerta de la izquierda. Al abrirlo, nos encontramos con más escaleras y una oscuridad que te hace sentir escalofríos. Veo a mi madre vacilar un momento, pero luego me mira y asiente con la cabeza. Empezamos a subir las escaleras,  es un pasillo estrecho y sin ninguna luz. Me parece una eternidad el tiempo en que subimos escaleras arriba. Como si no hubiera una salida al final del túnel.
Al fin encontramos otra puerta y al abrirla nos encontramos con un techo plano grande, una terraza, con sofás y plantas por todos los lados, pero lo más importante, es que los dos jóvenes están en apuros; a la chica, que parece la más joven, la están agarrando con un brazo el cuello levantándola unos centímetros del suelo. Está más que asustada. Y el chico, el mayor, está intentando soltar a su hermana sin éxito, hay dos que lo han inmovilizado y lo han tirado al suelo. La rabia me empieza a corroer.  Levanto mi brazo y un haz de luz azul le da  en el brazo al hombre encapuchado que a me quedaba más cerca.
“Kate, contrólate no queremos matarlos” me advierte mi madre mentalmente.
 “Ganas me dan” Le respondo.
“¿Y tú crees que ellos no tienen las mismas ganas?”
No me da tiempo a responder, un sofá cae del cielo hacia nosotras, pero conseguimos esquivarlo a tiempo.  Miro a mi alrededor para saber quién nos ha tirado el sofá y ahí está, en un extremo de la terraza sonriendo como si hubiera ganado un partido de fútbol.
 “¿Qué? ¿Un sofá? ¿Es lo mejor que puedes hacer?" Le provoco.
Enseguida se le borra la sonrisa y cierra los puños.
“No me provoques, que vas a salir perdiendo.”
Lo miro a los ojos, los tiene de un verde claro, demasiado perfectos que me resultan un tanto familiares. Intento que al chico le de mi rayo azul en el pecho y justamente, le da . La magnitud de la fuerza hace que el chico caiga hacia atrás. 
Después miro que tal se las está arreglando mi madre y la veo combatiendo contra dos, y descubro que me falta el último hombre que ha dejado al joven inocente en el suelo.
Lo veo, está al final de la terraza a punto de irse, creo que ha dejado a los chicos inconscientes, pero hago que un jarrón de porcelana le caiga en la cabeza y eso hace que se caiga al suelo haciendo añicos el jarrón. Vuelvo a mirar a mí alrededor  para asegurarme que nadie haya visto lo que he hecho, al descubrir que no, salgo corriendo hacia los dos jóvenes.
Primero atiendo al chico y lo pongo boca arriba y le abofeteo la cara en un intento de desesperación para que se despierte, todavía respira. Pero mis bofetones no sirven para nada.
Veo que a su lado, la hermana ha movido un poco los pies y me pongo a su lado cuando una fuerza con una luz cegadora me da en el pecho que hace me vaya hacia atrás, hasta el borde de la terraza, si no hubiera un muro, habría caído del segundo piso al suelo.
 Me arde el pecho y me cuesta respirar, tambaleándome me pongo de pie y veo al chico al que he atacado antes.
 “Cuidado, que no se te caiga la capucha, no vaya a tener que matarte” Me dice en un tono irónico.
“Tranquilo no creas que soy tan fácil de matar, sobre todo por bastardos como tú.” Le escupo.
El ríe divertido, pero su cara dice todo lo contrario. Chasqueo los dedos y una llamarada de fuego cae sobre él con mucha fuerza, al apagarse la llama en su pecho me echa un especie de rayo anaranjado sobre mí, y yo lo contraataco con el mismo rayo azul con el que le he atacado antes para que el rayo no me de.
 “¿Solo sabes echar rayos naranjas?” Le pregunto.
 “Esto solo ha empezado. No me provoques.” Me advierte
Noto como  la fuerza del rayo naranja va incrementando fuerza mientras  que el mío la está perdiendo, los dos rayos están peleando para ver quien le da a quien, si el mío pierde, ya me puedo despedir de poder salvar a los chicos. El viento nos da con fuerza y todo lo que está alrededor nuestro se mueve, menos la capa del desconocido, que no se mueve ni un centímetro, es como si la tuviera pegada con cola. Entonces como le veo tan concentrado en intentar darme, suelto una mano de las dos que estoy utilizando para que el rayo naranja no me dé y le lanzo otra llama de fuego, esta vez con más fuerza que la anterior, y a la cara.
Oigo como grita sin abrir la boca y se lleva las manos a la cara, momento en que yo aprovecho para ir hacia los dos hermanos otra vez, también veo que Mike, después de dejar K.O  a otro enemigo viene corriendo detrás de mí.
         - ¡Tú ocúpate del chico! – Le grito mientras corro.
         - ¡Buen golpe! – Me felicita. – Gracias a eso van a tener que irse. ¡Le has quemado la cara a ese chico! ¡Eres mejor de lo que creía!
El comentario hace que sonría, todavía no sé si he hecho bien en quemarle la cara, pero tendré que vivir con esa culpa. Al llegar, vemos que la chica intenta sentarse derecha y voy a ayudarla.
        - ¿Y mi hermano?  - Pregunta asustada.
        - Tranquila, estará bien, no te preocupes. – La tranquilizo con suavidad - ¿Me puedes contar que ha pasado?
Vacila un momento.
        - Acabas de quemarle la cara a un tío sin gas ni mechero. ¿Cómo sé que no me matarás?
        - Igual que sabes que acabo de quemar la cara a uno de los tíos que os han cogido. Cuéntame que ha pasado. 
        - Estábamos mis dos hermanos y mi abuela viendo la tele cuando…
En ese momento se oye un gruñido, y miro, es su hermano mayor, ha abierto los ojos.
        - Bueno sigue… ¿Cómo te llamas? - Le pregunta
        - Jess, me llamo Jess¿ Y mi abuela? – Pregunta mirando a todos los lados. – Estaba en el salón cuando la han tirado contra… ¡Ay Dios mío! ¿Está muerta?
Es como si de repente se le hubiera encendido una bombilla.
       - ¡Kate, Mike!  Viene la policía. Nos tenemos que ir.- Nos avisa mi madre.
Asiento con la cabeza y ayudo a levantar a Jess.
       - ¿Y tu cómo te llamas? – Me pregunta Jess.
       - Kate.
Me doy la vuelta para bajar y salir de casa, de todos modos, no debería haberle dicho mi nombre a Jess, pero Mike siempre se ocupa de que no se acuerden de nada borrándoles la memoria.
Todavía tenemos tiempo de marcharnos, esta casa lujosa está al pie de la montaña y hay un camino estrecho para poder acceder al chalet así que les costará un poco venir hacia aquí, pero eso no hace que no me haga una pregunta, pero la hago en voz alta:
       - ¿Y quién ha llamado a la policía?
       - No lo sé, pero no ha sido ninguno de nosotros y no veo ninguna casa alrededor de esta que pueda haber oído o ver alguna cosa rara de "demonios" – Me responde Mike, que acaba de terminar de borrar la memoria a la familia. – Yo que tú me preocuparía menos de la persona que ha llamado y más al hecho de que le hayas quemado la cara a un tío.
       - Y qué van a hacer? ¿Llamar a la policía y decir que lo vi por la calle y decidí quemarle la cara? ¡Por favor! Que no tienen quince años.
Mike se echa a reír y yo pongo los ojos en blanco, sé por qué ríe, pero a mí no me hace ninguna gracia el hecho de que yo tenga dieciséis años.
Bajamos por las escaleras ahora con la puerta del otro lado abierta y con un poco de luz abajo, nos encontramos a Elizabeth esperándonos  sentada en el suelo y al vernos, se incorpora poniéndose de pie.
       - Los dos están bien pero hay que hacerles olvidar – Empieza a explicar. – La anciana no tenía nada grave.
Entonces, Juan, el padre de Mike, mira a su hijo señalando al nieto y a la abuela con la cabeza indicándole que les borre la memoria. El asiente y se encamina hacia ellos.
Mientras esperamos mis pensamientos van al día de hoy, no os creáis que mi vida normal es así, porque no lo es, la mayor parte del día soy una chica normal, voy al insti, estoy con mis amigos, llego a casa, veo la tele, hago los deberes… Y igual tengo una clase “especial”. 
Una vez por semana o dos tenemos alguna reunión y a veces ni acudo. Pero hoy ha sido un día muy... movidito, que digamos.Uno: Reunión de la dichosa junta; dos: Jack me llama para quedar; tres: me toca mi primera vigilancia y, lo más importante. He salvado a una familia quemandole la cara a un enemigo. Creo que llegaré  a casa y me desplomaré en cualquier sitio donde me pueda tumbar. Estoy agotada. ¿Y qué hora es? ¿Las ocho de la tarde? Todavía sigue siendo sábado y mañana quiero quedar con Jack. Tengo unas ganas increíbles de verle, pero no entiendo por qué, o bueno, lo entiendo pero no lo quiero hacer, si, lo sé. Soy muy rara. Sabía desde hacía tiempo que lo que sentía por él era más profundo que lo que siento por un amigo, pero hasta el punto de que mi corazón empiece a palpitar tan fuerte solo por escuchar su voz.. no, eso no pensaba que fuera posible. Tendré que esperar a mañana para descubrir como sale lo que hay entre nosotros. Que impaciencia.
      - Kate… - La voz de mi madre me saca de mis pensamientos. - ¿Has oído lo que he dicho?
      - Mmm… no, lo siento. – Me disculpo con una sonrisa. - ¿Podrías repetirlo?
      - Que nos tenemos que ir lo antes posible.
Pues vaya explicación que me he perdido, eso ya lo sabía antes de que nadie me dijera nada
      - Sí, claro – Respondo.
Esperamos a que Mike termine su tarea y nos marchamos a lo alto de la montaña dejando atrás al chalet de Jess y al chico de los ojos verdes.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Capítulo 8


Las palabras de mi madre me han dado que pensar. En nuestro clan siempre se ha hablado del destino, y aunque a mí no me haya agradado mucho, nunca le he dado mucha importancia a eso. Pero después de la charla con Cassandra, la madrasta de Mike, no me hace mucha gracia que mi madre y los altos cargos  puedan leer mi destino y lo controlen. Porque si mi destino está escrito, quiere decir que ponía que hoy tengo que ir a la vigilancia por algún motivo. ¿Igual será que no quieren que quede con Jack? No, no puede ser eso. Pero eso quiere decir que no podré enamoraré del chico que quiero, sino que el destino elegirá de quien enamorarme. Mal rollo. No me gusta pensar que mi destino dependa de un viejo de setecientos años. Yo quiero pensar por mí misma, pero bueno ahora tengo que concentrarme en lo que me depara esta noche de hoy, que aunque mi destino esté escrito no quiere decir que no lo pueda pasar bien viendo fracasar a las “personas” del otro clan. Aunque no pueda verles la cara, puedo hablar con ellos mentalmente y eso me divierte.
 Sé que antes he dicho que este tema de la hechicería no me gusta y que quiero estar lo más lejos posible del tema pero ¿Ver fracasar a mis queridos amigos que tienen a las mujeres como máquinas de hacer hijos? Aunque me duela mucho admitirlo, los mataría con mis propias manos antes que matarlos en una batalla limpia y justa y solo, por una única razón: 
Los contrincantes antes de tener esa batalla tienen que convivir una semana en una casa o mansión. ¿Y eso para qué sirve? Para conocer más a la persona y que tengas más ganas de matarlos. Sé que me contradigo mucho, pero siempre me ha pasado, a veces mi rabia me pide que los mate pero en realidad soy demasiado inocente como para matar a alguien por mucho que lo odie. Ahora tengo que concentrarme e ir abajo con mi madre.


 Esto es impresionante, son las seis de la tarde y estoy viendo el atardecer. Me encanta ver el cielo a distintas horas, cuando las nubes están rosadas y el horizonte está anaranjado. Es lo que estamos viendo mi madre,otras cuatro persona  que son Mike, su padre y otros dos que parece ser que no conozco y yo. Estoy sentada en una especie de valle, a mi madre se le ha olvidado comunicarme que la casa a dónde íbamos a venir estaba al pie de la montaña. 
Estoy sentada con mi capa puesta y con la cara ocultada. Me siento un poco ridícula. Oigo como alguien se está acercando a mí y se sienta a mi lado.
-          ¿Por lo que he oído por ahí. – Por la voz sé que es Mike. – Hoy tenías una cita.
-          Pues sí, pero hemos quedado para otro día.
El sonríe.
-          A si que quieres un poco de magreo ¿No?
-          ¿Por qué dices eso? – Le pregunto sobresaltada.
El se vuelve a reír.
-          Está claro ¿Por qué si no ibas a quedar con él?
-          No todos somos como tu Mike.
-          Uy, eso ha dolido. –Pone una mano en el corazón. - Justo  me has dado en el corazón.
Le sonrío, no sé cómo pero aún estando alegre siempre me hace sentir aún más feliz.
-          ¡Kate, Mike! – Es el padre de Mike - ¡Venid!
Nos miramos el uno al otro, nos levantamos y vamos corriendo al lugar donde están los demás. Al llegar, lo único que veo es la cara alarmada de mi madre, giro la cabeza a donde ella mira. ¿Y que oigo?  Gritos. Gritos que provienen de la casa que estábamos protegiendo.
-          ¿Qué ha pasado? – Pregunta Mike.
En ese momento es su padre quien responde:
-          No lo sabemos, no sé cómo pero no les hemos visto.
-          ¿Y a qué esperamos? – Pregunto yo impaciente y cabreada.
Mi madre asiente con la cabeza mirando a Juan, el padre de Mike.
-          Juan, Elisabeth  y yo vamos por delante y vosotros tres vais por detrás– indica mi madre – no dejéis que os vean la cara ni que os oigan, si no, ya lo sabéis ¿Entendido?
Los tres asentimos con la cabeza.
Llega el momento, los tres mayores se dirigen a la casa colina abajo y nosotros esperamos a que entren para empezar a correr.
 Entramos a casa y me quedo paralizada, el salón está destrozado; los muebles hechos añicos y por los suelos. Al lado del sofá hay una mujer ya entrada en años sangrando por la cabeza y a su lado un niño de unos diez años llorando. Pero no hay rastro de los otros. Mi madre se acerca al niño y se arrodilla a un lado
-          No te preocupes no te vamos a hacer nada.-Menuda consolación debe ser esa - ¿Cuántos sois en la familia?
Al principio, al niño se le ve vacilar, pero luego se le acerca a mi madre y se lo dice al oído.
-          ¿Y a donde han ido? – Sigue preguntando.
El niño le vuelve a responder a la oreja, entonces mi madre se levanta y se dirige hacia nosotros
-          Son tres niños, de diez, quince y dieciséis años, viven con su abuela. Los han llevado a la especie de terraza que tienen arriba. Elisabeth, quédate con la anciana. – ordena mi madre – Los otros, nos vamos arriba.
Oímos un grito desesperado que nos deja el corazón a una vela y nos encaminamos escaleras arriba.