Al llegar a casa voy hacia mi padre corriendo abalanzándome
encima de el, con capa y todo.
-
No estás muerta. – Bromea mi padre. – Ni herida,
eres mejor de lo que pensaba.
Me besa en la mejilla y me siento en el sofá donde hasta ese
momento mi padre estaba tumbado. Me quito la maldita capa y me suelto el moño
dejando mi pelo caer por los hombros. No puedo soportar más sentirme aquella
chica que ha quemado a un desconocido, necesito sentirme normal aunque sea solo
por unos minutos.
-
¿Qué tal? – Me pregunta mi padre.
-
Al principio muy asustada, pero luego al empezar
a echar sofás y llamas a los otros me he sentido bastante mejor. – Le sonrío.
-
Ha quemado al chico que le estaba cerrando el
paso para ir a ver a los heridos. – Le informa la bocazas de mi madre desde la
cocina.
Mi padre me mira con esa mirada
perpleja y asombrada que tantas veces me pone. Yo asiento cabizbaja, no soporta
la violencia.
-
Era el único modo de que me dejara en paz – Me
justifico. – Me había echado un rayo de esos.
-
¿Pero lo has matado?
-
¡Por Dios no! Solo le he quemado un poco.
Me sonríe y me besa en la frente.
-
¿Kate, vas a cenar? – Me pregunta mi madre.
-
No, estoy agotada, iré a mi cuarto.
-
De acuerdo,
mañana no vas a tener ningún asunto de hechicería ni nada, te lo has
ganado. – Me dice mi madre.
-
¿Y mañana podré quedar? –Pregunto exageradamente
feliz, que es tal como me siento.
-
Claro que sí
Me despido de mis padres y entro en mi cuarto de paredes
blancas y cojo mi móvil. Son las nueve y
media de la noche y tengo cinco llamadas perdidas de Beth. Cojo el teléfono
fijo que hay en el pasillo y llamo a su móvil, ahora estará en Francia.
-
¿Kate?
-
Hola, Beth.
-
¿Por qué no me has cogido? – Me pregunta
histérica.
-
Lo siento, tenía el móvil en silencio y no lo
había notado.
-
Si, si.
-
¿Qué pasa?
-
Nada, ¿Qué va a pasar? Solo quería hablar
contigo.
-
Cinco llamadas perdidas…. – Le advierto.
-
Bueno, vale, me has pillado. Esque… ¡No te lo
vas a creer!
-
¿El qué? – Le pregunto con verdadera curiosidad.
-
Bueno, sabes que iba a estar una semana en
Disenyland…
-
Si.
-
Pues no. Mi padre me ha dicho que vamos a estar
tres días aquí y otros tres en… ¡Paris!
-
¡¿Qué?! ¡Siempre ha sido tu sueño ir a Paris!
-
Y lo mejor es que ha invitado a un amigo suyo
que tiene un hijo de nuestra edad. ¡Está buenísimo!
-
¿Vas a estar toda la semana con él?
-
¡Sí!
-
Me imagino que ahora mismo estarás encantada con
tu padre.
-
Pues si… ¿Y te acuerdas que te enseñé los
hoteles que estaban dentro del parque?- Como no, me tuvo secuestrada tres horas
viéndolos.
-
¡Pues me ha traído al de princesas!
-
¡¿Qué?!
-
Lo que oyes. – Suena muy entusiasmada. –Es todo
tan perfecto… La paredes rosas, la entrada como si fuera un castillo de
princesas, jardín… Me encanta, no me esperaba esto Kate, es lo más bonito que
ha hecho mi padre por mí.
-
¿Y el chico está en ese hotel? – Le pregunto.
-
No, están en el hotel de los vaqueros que te
dije, lo odia.
Me río.
-
¿Ya os habéis hecho amigos?
-
Si, mañana vamos a ir al parque solos, porque
nuestros padres quieren ir a no sé donde a jugar al golf.
-
Que romántico… Los dos en el parque, solos…
-
Lo sé, ¡Me encanta!
-
¿Y su nombre?
-
Javier, pero me ha pedido que le llame Javi,
¡Nació en España!
-
¿Y sabe hablar inglés?
-
Si, se vino a vivir a Inglaterra a los dos años.
– Escucho su risa tonta. – Pero es que es tan…
Después de media hora hablando
colgamos, mis padres me matarán al ver la factura del teléfono.
Ahora sí que estoy agotada, decido
despojarme de mi ropa y ponerme una camiseta ancha que me tapa los muslos,
estoy demasiado cansada para ponerme un pijama.
Me sumerjo en la cama, me tapo con
la sabana y pienso en Jack, en cómo será lo de mañana, y lo más importante de
todo, en si nos besaremos o no. Por una parte lo deseo con todas mis fuerzas
pero por otra parte no lo quiero admitir. Hay muchas probabilidades de que no
funcione y dejemos de ser amigos. Y eso es lo último que quiero que pase.
En un momento dado, siento como mi
pulso comienza acelerarse y oigo las palpitaciones de mi corazón a cien por
hora, miro a mi alrededor de mí para asegurarme que todo va bien, pero lo veo
todo de un mismo color. Negro. El pánico se apodera de mí y comienzo a gritar.
Parece que el mundo ha desaparecido
y se ha sumido en un silencio sepulcral. Solo oigo mi respiración. Aparezco en
un lugar que me resulta familiar y extraño a la vez. Es una sala de paredes,
techo y suelo de metal gris. Y reconozco el lugar, es un campo de batalla,
donde se celebran las batallas de la luz. Entonces una puerta se abre y una
joven sale tropezando de ella y cayendo de rodillas al suelo. No puedo ver su
rostro, pero tiene el pelo ondulado. Parece abatida.
Entonces la chica levanta la cabeza
y logro ver sus ojos verdes, hinchados y rojizos de tanto llorar. Siento un
escalofrío. Soy yo. Creo que estoy teniendo una visión.
La yo de la visión está mirando
hacia delante a algo o a alguien que no logro ver. Y entonces abre la boca
sollozando:
-
¿Por qué nos pasa esto?
Escuchando estas palabras me vuelvo
a consumir en el negro agonizante de antes.
Abro los ojos, me encuentro tirada en mi habitación con mis
padres a un lado.
-
¿Qué ha pasado?
- Pregunta mi padre.
-
Creo que he tenido una visión.